Por: Rocío L. Rivera T./ Foto: canva pro
La criminalidad y la violencia han calado hondo en la sociedad panameña, transformando la percepción de seguridad y afectando incluso el núcleo familiar. Para abordar este complejo panorama, contamos con la visión experta de la doctora Melba Stanziola de Díaz, psicóloga clínica forense, investigadora de la Universidad de Panamá y especialista en temas de criminalidad, quien compartió un análisis profundo sobre las raíces y el impacto psicológico de esta problemática.
La Dra. Stanziola, con 27 años de experiencia en el sistema penitenciario, señaló que la raíz de la violencia es un tema «global y muy general». Recurriendo a filósofos como Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau, indicando que la violencia es, en esencia, «parte de la vida humana», una «guerra de todos contra todos» por el espacio vital.
Sin embargo, estableció una diferencia crucial: Agresividad positiva: Aquella que impulsa al individuo a avanzar, estudiar y lograr metas. Y Agresividad con Intención de Daño: La violencia que busca perjudicar a la otra basada en el poder, el uso de la fuerza y la intimidación, y que transgrede el espacio vital para dañar.
Recalca: «No obstante, cuando tú violas ese espacio vital y violas y transgredes para dañar, eso es una violencia que está afectando no solamente a Panamá, sino al mundo entero».
Un indicador palpable del aumento de la inseguridad es el temor generalizado que ha llevado al «encerramiento» de la población. La imagen de las residencias panameñas con «verjas de hierro, candados, cámaras de seguridad» es, según la doctora, una manifestación del miedo a la transgresión y al daño.
El problema más serio, advierte, es cuando la violencia «ha penetrado en la familia panameña». La familia, que históricamente ha sido el «lugar seguro», se ve afectada, y las figuras cuidadoras (padres y madres) son los principales modelos a seguir.
Modelos dañinos: Los niños asimilan y aprenden conductas observadas en casa, como la violencia verbal y física, o la exposición a conductas criminógenas (tráfico de drogas, manejo de sustancias ilícitas).
Normalización de la patología: Esta exposición lleva a la «normalización de una conducta que no es normal, que es patológica», manifestándose en la escuela con niños y adolescentes que portan armas punzocortantes.
La especialista destacó que después de la pandemia se ha generado una «epidemia mayor» que afecta a jóvenes y niños. El encierro forzado, que duró dos años, expuso a la población a una convivencia prolongada en espacios cerrados, incluso con «posiblemente violadores, perpetradores en sus propias familias» (violencia doméstica e intrafamiliar).
Además, el uso descontrolado de la tecnología y los videojuegos ha generado adicción, afectando el cerebro y paralizando la capacidad de control. «Los papás dónde están, o están trabajando o están viendo novelas… pero están descuidando lo más importante de su herencia, que es criar y educar para un mundo cada vez más agresivo», lamentó la especialista.
Respecto a la capacidad del sistema de salud para atender los problemas psicológicos derivados de la violencia, fue enfática; señala que existen carencias como:
Falta de estándares: Los cuartos de urgencia no están preparados para recibir casos de traumatismos, muertes violentas o agresiones en estados críticos.
Recursos insuficientes: No hay suficiente personal médico ni estructura física adecuada.
Manejo interdisciplinario ausente: No existe un manejo adecuado para atender psicológicamente no solo a la víctima directa, sino también a las víctimas asociadas (familiares) en medidas de prevención inmediata.
Concluyó que la desidia y el miedo del personal a ser agredido obstaculizan una intervención efectiva. Señaló que la violencia se ha vuelto más abierta en la sociedad, con menos contención mental en el agresor, y el crecimiento poblacional junto con la sobrecarga de funciones de los estamentos de seguridad complica las rondas policiales preventivas.
En Panamá durante el año 2025, las estadísticas del Ministerio Público registran la cantidad de 16 víctimas de femicidios, 14 tentativas y 16 muertes violentas registradas a nivel nacional del 1 de enero al 31 de octubre del presente. En cuanto a homicidios se registran 485 casos, lo que representa una disminución de 18 casos en comparación con el mismo período del 2024. Sin embargo, la percepción de inseguridad persiste, con la provincia de Panamá registrando un aumento en sus homicidios y septiembre como el mes más violento.






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