Utilizar redes sociales se ha convertido en una actividad del diario vivir, plataformas como Instagram, TikTok, Facebook y Twitter permiten a las personas mantenerse conectadas con familiares, amigos y comunidades de todo el mundo; sin embargo, el “uso desmedido” de estas herramientas se ha asociado con problemas de salud mental que incluyen la depresión, ansiedad, baja autoestima y adicción.
El término «uso desmedido» hace referencia al tiempo excesivo y la frecuencia con que las personas interactúan con las redes sociales.
Esta conexión constante puede parecer inofensiva, pero puede llevar a consecuencias negativas cuando se vuelve “incontrolable”, porque empieza a afectar la salud mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo que desarrolla su potencial puede afrontar las tensiones de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y aportar algo a su comunidad”.
Para entender cómo las redes sociales pueden afectar la salud mental de una persona que “no tiene control en su uso”, conversamos con la psicóloga e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Panamá, Melba Stanziola.
Ella parte del hecho de que “hay más vulnerabilidad en los adolescentes”, porque no tienen la madurez para enfrentar las situaciones como los adultos. Durante esta etapa de desarrollo, los individuos están formando su identidad y son altamente susceptibles a la influencia externa.
Efectos de la pandemia
De acuerdo con la psicóloga, “la pandemia del Covid-19 fue un detonante para que se diera un incremento en los casos de violencia intrafamiliar en el país, pero además que los jóvenes utilizaran las redes sociales de manera desmedida”.
“Durante el confinamiento que vivimos en la pandemia, en muchos hogares las personas estuvieron hacinadas en espacios reducidos, con situaciones económicas difíciles. Nadie salía a trabajar, a las escuelas o universidades; había que ir al súper en días específicos por género, existía temor sobre cómo se contagiaba la enfermedad, entre otras situaciones”.
Este aislamiento provocó altos niveles de ansiedad en las personas y esta ansiedad a su vez fue llevando a algunos a un estado de depresión. Explica que había una búsqueda de conectar con el mundo que se les fue, de conectar con amigos, de conectar y ver qué está pasando; crearon una codependencia a aparatos (llámese celular, tableta, laptop, televisión, plataformas como el YouTube para ver horas de vídeos, Instagram, entre otras).
Se incrementó el uso de tecnología por temas de clases o teletrabajo, pero en ese devenir, los jóvenes eran los más vulnerables porque pasaban tiempo jugando en línea con personas que no conocían y encontraban amigos en redes (que muchas veces eran adultos con identidades falsas lo que generó un riesgo para ellos). Algunos adultos, por su parte, se hicieron adictos a ver TV por horas, volviéndose más sedentarios.
Todo esto generó un daño psicológico enorme, porque creó dependencia a estos aparatos y a las redes.

Peligro latente para jóvenes
A juicio de la psicóloga, las redes sociales se han convertido en un “peligro latente para los jóvenes que no tienen control en su uso”. En este sentido, recomienda a los padres “poner límites”. Hay padres que no supervisan lo que hacen sus hijos en redes, quiénes son sus amigos, el tiempo que destinan a estar conectados, el tipo de videos que ven, desconocen si sus hijos son acosados; porque muchos están ocupados trabajando y piensan que al estar en casa encerrados en sus cuartos están seguros.
Advierte la psicóloga que la adicción a las redes sociales es una preocupación creciente, hay jóvenes que pasan más de dos horas pegados a ellas, porque en estas pueden conectar con otras personas sin moverse, pasar horas entretenidos, ser influenciados positiva o negativamente, muchas veces desarrollan problemas de obesidad debido a la poca actividad física.
Un ejemplo claro de la influencia de las redes fue lo vivido en el país con el problema de la minería, donde los jóvenes tuvieron un papel protagónico en las marchas multitudinarias que fueron convocadas desde las redes sociales. Igual efecto pasó en las elecciones pasadas, donde candidatos, mediante redes, conectaron con su comunidad y lograron triunfar en sus circuitos.
Algunos jóvenes tienen una necesidad compulsiva de revisar las actualizaciones, ansiedad cuando no pueden acceder a las plataformas y una reducción del tiempo dedicado a actividades fuera de línea, como el ejercicio o el contacto cara a cara con amigos y familiares. Estos comportamientos pueden llevar a problemas de salud mental, incluyendo estrés, trastornos del sueño y depresión.
Otra muestra de los peligros de las redes para algunos jóvenes es la incidencia de casos de menores desaparecidos en el país, que fueron contactados y citados por extraños en cuentas falsas en redes sociales y ahora son parte de las estadísticas del Ministerio Público de adolescentes desaparecidos (como psicóloga forense aborda temas de jóvenes en riesgo social).
Ciberbullying en redes
Ana (nombre ficticio para proteger la identidad de la menor), narra que en su colegio (público), hay una modalidad de ciberbullying que se está desarrollando con frecuencia en la plataforma de Instagram, donde se crean cuentas denominadas “Guille” (unas son públicas y otras privadas, con más de mil seguidores algunas), donde se publican fotos de menores tomadas de forma desprevenida con el único fin de burlarse de ellos.
El ciberbullying es un término que se utiliza para describir cuando un niño o adolescente es molestado, amenazado, acosado, humillado, avergonzado o abusado por otro niño o adolescente, a través de Internet o cualquier medio de comunicación como teléfonos móviles o tablets.
Ana explica que en su colegio, a principios de este año, citaron a los padres de familia para alertar sobre esta modalidad de ciberbullying, a fin de que estuvieran pendientes de sus hijos para evitar que fueran víctimas de estas cuentas y de serlo lo denunciaran. Resulta que en esta escuela (analizando las cuentas con ese nombre “Guille”) existen aún tres cuentas activas de Instagram y la reunión, en esa oportunidad, obedecía a que se registró el caso de una chica que fue afectada emocionalmente por ese tipo de fotos.
Hablemos del universitario
La situación a nivel universitario es distinta. En un sondeo electrónico aplicado a más de 80 personas desde la cuenta de Instagram de la Universidad de Panamá, un 81% de los encuestados dejó claro que no han sufrido de ciberbullying, mientras un 18.5% dijo que sí; de los que lo vivieron sólo el 14.3% buscó ayuda ante esta situación. El resto no hizo nada.
La mayoría de los consultados tenían de 23 años en adelante y utilizan las redes más de 4 horas (31.3%), generalmente de noche. El 67.9% era en su mayoría del sexo femenino y emplea con más frecuencia la red social de Instagram (53.9%), TikTok (30.9%) y el resto otras.
Después de utilizar las redes sociales sólo un 21.3% dijo sentirse ansioso, 1.3% triste mientras que 67.5% dijo estar normal y 9.9% (entre enojado, cansado, preocupado). Un 65% de los universitarios encuestados reconoce que las redes impactan su vida cotidiana, de esos 35.7% piensa que afecta sus relaciones interpersonales, 32.1% el sueño, un 12.5% su autoestima y 19.7% indica que impacta emocionalmente.
Prevenir para no lamentar
Una manera de mitigar los efectos negativos del uso desmedido de redes sociales, sobre todo en niños o adolescentes, es “poner límites” en cuanto a horarios, hablarles francamente sobre los peligros en ellas. Hay que evitar introducir a los niños de corta edad (menos de 12 años) en el uso de estas plataformas.
Hay un factor importante que debemos tener en cuenta los padres y son los valores que inculcamos a los niños, porque al establecerse una estructura, ellos saben qué cosas pueden o no hacer, entendiendo lo que está bien o no, podrán decidir entre lo que quieren, lo que pueden y lo que deben hacer.
Otro factor importante es darles responsabilidades desde niños en el hogar para crear disciplina, pueden ser tareas simples, de acuerdo con la edad, por ejemplo, enseñarles a recoger los juguetes luego de terminar de usarlos, extender la cama cada vez se levantan, mantener el cuarto ordenado. Los padres tienen que supervisar que eso suceda, crear poco a poco rutinas, por ejemplo, establecer un tiempo para estudiar, para descansar, para esparcimiento.
Trabajar en su autoestima, porque los jóvenes deben tener un autoconcepto sobre ellos positivo, para poder enfrentar situaciones negativas que hay en su entorno, cuando llegue el momento. Una recomendación importante es que los padres puedan tener una comunicación abierta (según la edad), todos estos detalles ayudarán a que enfrenten la vida de una forma más saludable y puedan aprender que hay límites y responsabilidades para todo.
La psicóloga explica que este problema no es ajeno a los adultos, porque ellos también pueden tener afectaciones de salud mental si no controlan el uso de las redes. Cuando ya eres adulto, hay que implementar estrategias de autorregulación, eso incluye establecer límites de tiempo para el uso diario de estas plataformas, desactivar las notificaciones para reducir la tentación de revisar constantemente las actualizaciones y dedicar tiempo a actividades fuera de línea.
Es importante fomentar una actitud crítica hacia el contenido consumido en redes sociales, recordando que muchas publicaciones representan solo una versión idealizada de la realidad. Esto ayuda a evitar problemas de autoestima, depresión, entre otros.
En última instancia, la clave está en encontrar un equilibrio que permita aprovechar las ventajas de las redes sociales, sin comprometer nuestro bienestar emocional y mental.
Por: Irina Chan Castillo / Foto: Archivo Canva






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