Como ciudadano estoy identificado siempre con mi bello país, con su historia de luchas patrióticas y nacionalistas, con el tricolor simbolismo de mi bandera nacional, con las costumbres tradiciones de mi Panamá del campo y la ciudad, pero sobre todo por ser uno de esos miles de panameños que estuvo allí aquel 31 de diciembre de 1999 a las 12 medio día cuando la alegría y felicidad nos embargó a todos cuando se cumplió aquel sueño anhelado por el que murieron panameños y panameñas aquel 9 de enero de 1964. Ese fue un día de mucha alegría y de sentimientos encontrados porque se fueron las últimas tropas militares del Comando Sur.
Es decir, tenemos a la fecha 25 años y meses de ser un país libre y con soberanía, pero que a razón de algunos desaciertos que han sido reiterativos y evidentes por quienes actualmente gobiernan y administran el país, nuestra soberanía está en peligro, razón por la cual, como ciudadano siento el deber y la responsabilidad de expresar algunas ideas, valoraciones y puntos de vista al respecto.
Inicio con ello refiriéndome en torno a la visita y agenda de reuniones programada del Secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth con el presidente José Raúl Mulino y con el Ministro de seguridad Frank Ábrego en el Palacio de las Garzas, y luego con el administrador del Canal, Ricaurte Vásquez y demás autoridades de la ACP, que a nuestro juicio, dejó un mensaje muy claro a la ciudadanía panameña, en el sentido que, el presidente Trump y el Pentágono, están realmente decididos a tomar el control del Canal panameño y por ende recuperar parte del territorio Istmeño; que según ellos les pertenece.
Es lamentable ver y conocer por distintos medios informativos el comportamiento “diplomático” catalogado por algunos intelectuales y analistas políticos del país como una conducta “complaciente” o “genuflexa”, por parte del presidente, el canciller, el ministro de seguridad y otras autoridades del gobierno panameño, ante el interés evidente y decidido del gobierno de los Estados Unidos en relación al Canal, los Puertos de Balboa, Cristóbal, las áreas de lo que fue Howard y Sherman, y el de instalar nuevamente “bases militares disimuladas” en el país, bajo el argumento de contrarrestar la presencia y/o amenaza que según Trump y su gobierno representa China popular en Panamá.
A poco menos de tres meses de asumir Donald Trump las riendas de la casa blanca, Panamá ha sido prácticamente una “pasarela” de voceros y representantes claves del gobierno gringo, como también ha sido el punto de aterrizajes para el arribo de aviones F-18 Hornets, C-130 Hércules, P-8 Poseidón y de otros aviones de guerra de EE.UU., sumado a estos la presencia multi numerosa de efectivos militares del comando Sur, bajo el andamiaje de “fuerzas aliadas” que viene a realizar “conciertos” musicales, “entrenamientos combinados” o “acciones conjuntas” en algunos puntos fronterizos específicos y estratégicos de nuestro país.
Es decir, lo que está ocurriendo en nuestro país, a todas luces es la antesala muy bien estructurada, “justificada” y “argumentada” por el gobierno de Trump y sus emisarios (so pretexto), de combatir el narcotráfico y defender el Canal, en caso de una posible guerra o conflicto que llegue a ocurrir, señalando específicamente a China como la principal amenaza. Pero, lo más indignante y lamentable de esto es que el gobierno panameño en un acto de complacencia (jamás antes visto en la historia patria), dan el aval para que procedan y actúen al respecto, mediante la firma de los “acuerdos” o “memorando de entendimiento” entre Panamá y Estados Unidos, ceden y entregan en bandeja la soberanía al imperio bajo la argucia de que son países “amigos” y “socios”.
La visita de Pete Hegseth a los sitios donde operaban las antigua bases militares estadounidenses y el Comando Sur no fue casual, igualmente el recorrido por las esclusas de Miraflores y su participación en la Conferencia de Seguridad de Centroamérica (CENTSEC), siendo esta última patrocinada por el Comando Sur de los Estados Unidos y programada a realizarse en nuestro país entre el 8 y 10 de abril del año en curso. Todas, son muestra evidente y la continuidad de lo que previamente fue acordado con el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio y a petición caprichosa e impositiva del actual mandatario de la Casa Blanca y del Pentágono con Panamá.
Las acciones ya acordadas a realizar, con miembros del Comando Sur de EE.UU. y del Ministerio de Seguridad Pública bajo el esquema de “entrenamientos o ejercicios” de capacitación Panamax, los entrenamientos conjuntos de miembros del Servicio Aeronaval Nacional de Panamá con militares de la Infantería de Marina de EE.UU., en los buques USS Chosin y USS Normandy, y el buque Kimball de la Guardia Costera, son muestra evidente de que militarmente vinieron para quedarse y que operarán desde “puntos estratégicos” (bases militares camufladas), gracias al “beneplácito” y la “diplomacia” genuflexa de nuestros gobernantes panameños.
Lo acordado y firmado en la presidencia de la República, dado a conocer por los medios de comunicación e información nacional e internacional, ha provocado un alto grado de molestia e indignación y a razón de ello, todos como panameños y panameñas, en estos momentos cruciales y realmente difíciles por los que atraviesa nuestra nación hasta hoy libre y soberana; abre un compás para encontrarnos como debe ser y no permitir que retrocedamos a aquellos años o décadas de bases militares, de ofensas, coloniaje o protectorado bajo la bandera de los Estados Unidos en nuestro suelo Istmeño.
Frente a lo ocurrido y actuado por quienes hoy gobiernan nuestro país nos debe auto convocar y a la vez hacer un llamado a la ciudadanía panameña en su conjunto para unir todos los esfuerzos posibles, a fin de realizar encuentros, debates académicos y políticos, pronunciamientos, manifestaciones, movilizaciones y muchas otras acciones y eventos patrióticos, tendientes a reivindicar ese legado heredado de nuestros héroes y mártires que, en enero de 1964, tuvieron la valentía de enfrentarse a las balas del imperio gringo, a tal grado de ofrendar sus vidas para que hoy nuestro territorio sea libre y soberano.
Por ende, es momento de asumir como pueblo digno la defensa de nuestra patria y soberanía; es momento de decirles a Pete Hegseth a Marco Rubio y a Donald Trump, que Panamá NO es el patio trasero de nadie, que la única bandera que ondeará por siempre en nuestro país será la panameña, que los panameños jamás olvidaremos a nuestros mártires patriotas de enero del 1964, ni los asesinados aquel 20 de diciembre de 1989 por aquella cruenta y genocida Invasión militar, que en su momento fue solicitada e invocada por “la denominada cruzada civilista”, de la cual el primer mandatario de la República fue parte.
Frente al actuar de un gobierno colonizador como Estados Unidos, que, mediante gestiones diplomáticas, viene imponiéndole agenda al país, aplicando medidas y condiciones (acatadas al pie de la letra por nuestros gobernantes), y, no conforme con ello, ofendiendo la dignidad todo un pueblo; el momento histórico llama a los patriotas académicos, intelectuales, a la juventud, a las mujeres organizadas, pueblos originarios, a los ambientalistas, estudiantes, obreros, gremios profesionales, campesinos, religiosos y demás grupos organizados e identificados con lo que está ocurriendo, a unir esfuerzos en defensa de nuestra dignidad, nuestra patria y nuestra soberanía hoy en peligro y que nos quiere ser arrebatada por el imperio de Donald Trump.
Texto: Félix E. Villarreal V.






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