La implementación del etanol como biocombustible en Panamá a partir del segundo semestre de 2026 representa un paso estratégico hacia la diversificación de la matriz energética nacional. Así lo considera el especialista en mecanización y energía para la agricultura, José Ricardo Castillo, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Panamá, quien resalta los beneficios ambientales, económicos y tecnológicos que esta medida podría traer al país.
“Toda matriz energética que se amplía y se diversifica nos ayuda a tener mayor seguridad energética, porque no se ponen todos los huevos en una sola cesta”, explicó Castillo. “Además, reduce la posibilidad de monopolios en el mercado y favorece una mejor distribución de la riqueza”.
Una apuesta por la independencia energética
Según el especialista, Panamá cuenta con el conocimiento y la base tecnológica para producir etanol localmente, aunque será necesario modernizar los procesos agrícolas e industriales para alcanzar niveles de productividad competitivos.
“Sí contamos con la tecnología, pero hay que mejorarla”, sostuvo. “En otros países, la productividad del etanol proveniente de la caña de azúcar ya supera los 15.000 litros por hectárea, y ese es el tipo de eficiencia que debemos alcanzar”.
Para Castillo, depender de importaciones de etanol carecería de sentido en términos económicos y sociales. “Importar un combustible que podemos producir aquí no tiene lógica. Lo ideal es que esa riqueza y esas oportunidades de empleo se queden en Panamá”.
Beneficios ambientales inmediatos
El uso de etanol en mezclas con gasolina ofrece ventajas ambientales concretas. Según el ingeniero, la reducción en las emisiones de gases contaminantes sería perceptible desde el inicio.
“Los beneficios son inmediatos. Se reduce la emisión de monóxido de carbono, óxido nitroso y otros contaminantes propios de la gasolina. Eso también incide en una disminución de enfermedades respiratorias”, destacó.
El etanol, explicó, puede presentarse en dos formas: anhidro (con bajo contenido de agua, utilizado para mezclar con gasolina) e hidratado (de menor pureza, empleado en algunos motores adaptados). En el caso panameño, se utilizaría el etanol anhidro, con un grado de pureza de aproximadamente 94%.
Mitos y realidades sobre el etanol
Uno de los temores más comunes entre los consumidores es que el etanol pueda dañar los motores. Castillo desmiente categóricamente esa afirmación. “Eso es completamente falso. Las mezclas se realizan con cuidado, pero técnicamente no presentan dificultades logísticas ni afectan el funcionamiento de los motores. Es un mito que el etanol dañe los autos”, aseguró.
Además, resalta que el etanol es un combustible más limpio que la gasolina. “La quema del etanol es más completa, mientras que la gasolina tiende a producir hollín y a obstruir el convertidor catalítico. No hay ningún misterio: el etanol es más limpio”.
Costos y tecnología: el gran reto
En cuanto al impacto económico, el profesor considera que el precio final dependerá de la eficiencia tecnológica con la que se produzca el biocombustible.
“El combustible no puede ser más caro que la gasolina. En otros países el costo baja, pero todo depende de la tecnología empleada. Quien utilice caña de alta productividad y tecnología eficiente tendrá menores costos de producción”, explicó.
Por eso, subraya la importancia de invertir en investigación, innovación y adaptación de variedades de caña que se ajusten al clima panameño.
El papel del Estado y los productores locales
Castillo enfatiza que el éxito de esta política energética dependerá del papel que asuma el Estado como regulador y facilitador de la producción local. “El Estado debe ofrecer apertura a pequeños y medianos productores. No se puede depender solo de los grandes ingenios, porque cuando sube el precio del azúcar, tienden a abandonar la producción de etanol”, advirtió.
En Panamá existen alrededor de cinco ingenios azucareros de tamaño considerable, pero el ingeniero insiste en que los pequeños productores también deben tener cabida. “Grupos de productores con 100 o 150 hectáreas pueden participar. De lo contrario, repetiremos los errores de otros países”.
Además, propone que el gobierno establezca un stock regulador tanto de azúcar como de etanol para estabilizar precios y evitar distorsiones en el mercado.
Lecciones desde Brasil
El ingeniero Castillo conoce de cerca la experiencia brasileña, país pionero en la producción y uso de etanol como combustible desde la década de 1970.
“Cuando estudiaba ingeniería agrícola, vi cómo Brasil implantó el uso de la ‘alcoholina’, una mezcla de gasolina con etanol anhidro. Luego desarrollaron motores para funcionar con etanol hidratado y, aunque al principio hubo dificultades, lograron consolidar un sistema que hoy sigue vigente”, recordó.
Brasil no solo se abastece internamente, sino que también exporta biocombustibles derivados del etanol y biodiésel, lo que ha impulsado el desarrollo rural y la autosuficiencia energética.
Una experiencia local con visión de futuro
Castillo también recordó que la Universidad de Panamá fue pionera en el tema. “En 2007 organizamos el primer evento sobre biocombustibles en la Facultad de Ciencias Agropecuarias. Producimos etanol y biodiésel aquí mismo, y los probamos en vehículos dentro del campus”, relató con orgullo.
El ingeniero concluye que el país tiene las condiciones para avanzar en esta transición, pero debe hacerlo con planificación, tecnología y participación local. “El etanol representa una oportunidad para fortalecer nuestra independencia energética y promover un desarrollo más sostenible, siempre que lo hagamos con visión y con ciencia”.

La experiencia brasileña como modelo para Panamá
Brasil es hoy una referencia mundial en el uso del etanol como biocombustible. Su historia comenzó hace más de cuatro décadas con el Programa Proálcool, lanzado en 1975, que marcó el inicio de una profunda transformación energética. Según explica Daniel Kühner Coelho, especialista de la Empresa de Pesquisa Energética (EPE) de Brasil, el país “consiguió integrar el etanol en su matriz energética de manera estructural, con una red agroindustrial robusta y una flota automotriz adaptada”.
Actualmente, más del 80% de los autos vendidos en Brasil son flex fuel, es decir, pueden funcionar con etanol, gasolina o cualquier mezcla de ambos combustibles.
El impacto ambiental también ha sido significativo. Kühner destaca que el uso de etanol hidratado en lugar de gasolina reduce hasta en más del 70% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a lo largo de su ciclo de vida. Pero el cambio va más allá del transporte: el bagazo de caña se aprovecha desde hace años para generar electricidad renovable, y los residuos agroindustriales se transforman en biometano y biofertilizantes, sustituyendo insumos químicos intensivos en energía.
“Así, el etanol dejó de ser solo un combustible para el transporte y pasó a ser el centro de un sistema de energía diversificado y bajo en carbono”, puntualiza.
La industria automotriz brasileña también jugó un papel clave. En los años 70 y 80 se fabricaron vehículos que funcionaban exclusivamente con etanol, lo que generó desafíos de abastecimiento. Sin embargo, con la llegada de los motores flex fuel en 2003, el mercado se consolidó. “Esa innovación dio confianza a los consumidores y fortaleció al etanol como opción energética estable”, señala Kühner.
En términos económicos, el éxito se explica por una combinación de factores: aumento de la productividad agrícola, eficiencia industrial, economías de escala y políticas fiscales equilibradas. “El volumen producido redujo costos unitarios y garantizó competitividad frente a la gasolina”, añade el especialista.
Para él, los agricultores y la agroindustria han sido protagonistas fundamentales. “Han creado un sistema integrado campo–industria que produce no solo etanol, sino también electricidad, biometano y biofertilizantes, asegurando la sostenibilidad económica y ambiental del sector”.
En cuanto al rol del Estado, Kühner resalta tres políticas públicas clave:
- Proálcool (1975), que dio inicio a la expansión del programa;
- la introducción de los motores flex fuel (2003), que brindó libertad de elección a los consumidores; y
- RenovaBio (2017), que creó un mercado de créditos de descarbonización (CBIOs), premiando a quienes reducen emisiones.
“La continuidad de políticas a largo plazo ha sido fundamental para consolidar el mercado del etanol en Brasil”, enfatiza.
Lecciones para Panamá
Desde su experiencia, el experto recomienda a Panamá no lanzar un programa sin seguridad de suministro, evitar depender únicamente de importaciones y garantizar la participación de la industria automotriz y los consumidores desde el inicio.
“El éxito depende de la coordinación entre gobierno, sector privado y sociedad”, advierte.
Sobre la viabilidad del modelo brasileño en un país de menor escala, Kühner es optimista: “Sí, es viable si se adapta a su realidad. Panamá puede construir un modelo sostenible que integre el etanol con la bioelectricidad, el biometano y los biofertilizantes”.
Además, ve grandes oportunidades de cooperación entre ambos países: “Brasil puede compartir su experiencia en cultivo de caña, tecnologías de destilación y biometano. Desde la EPE estamos impulsando un acuerdo de cooperación internacional que permita intercambio de conocimientos, capacitación técnica e inversiones conjuntas”.
Finalmente, envía un mensaje directo a Panamá: “El etanol es mucho más que un combustible: es desarrollo sostenible, seguridad energética, reducción de emisiones, empleo rural y diversificación económica. Panamá tiene la oportunidad de iniciar este camino con visión moderna, aprendiendo de la experiencia brasileña y adaptándola a su propia realidad”.
Cabe destacar que, a partir del segundo semestre del año 2026, Panamá pondrá en marcha el Programa Nacional de Mezcla de Bioetanol en las Gasolinas, una iniciativa que marca un paso decisivo hacia la transición energética sostenible. El presidente de la República, José Raúl Mulino, anunció que el plancontempla una mezcla inicial del5 % de etanol con gasolina en 2026, que aumentará al 7 % en 2027y alcanzará el 10 % en 2028 en todo el territorio nacional. Con esta medida, el Gobiernobusca impulsar la economía rural mediante la producción de biocombustibles, reducir las emisiones contaminantes del transporte y fortalecer la seguridad energética del país.
El etanol es un alcohol incoloro, volátil e inflamable, también conocido como alcohol etílico, con fórmula química C2H5OH. Se produce principalmente a través de la fermentación de azúcares de plantas como maíz o caña de azúcar, y también se obtiene sintéticamente a partir de petroquímicos. El etanol tiene múltiples usos, desde desinfectante y componente en bebidas alcohólicas hasta biocombustible que puede usarse solo o mezclado con gasolina.
Daniel Kühner, cuenta con más de 20 años de experiencia en energías renovables, desarrollo agrícola e ingeniería ambiental, ha trabajado como consultor y gerente para organizaciones como Petrobras, Embrapa, PBIO, la Universidad de Panamá, ITERJ y EPE (Empresa Brasileña de Investigación Energética). También es fundador de BioPortal Energia, una plataforma dedicada a integrar inteligencia geoespacial y modularidad temática en las transiciones bioenergéticas y agrícolas.
Actualmente, se desempeña como asesor en la Presidencia de la EPE, donde lidera Avança EPE, un movimiento estratégico que busca fortalecer y valorizar la institución, consolidando a EPE como referente nacional en ciencia, investigación e innovación. También contribuye a las proyecciones de la matriz energética a largo plazo y a los estudios estratégicos para los Planes Energéticos Nacionales y el Sistema Integrado de Información Energética (SIEnergia), con especial atención a la bioenergía.
Por: Irina Chan Castillo/ Foto: Ilustrativa Canva Pro






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